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martes, 4 de septiembre de 2018

Batirse a duelos

La semana pasada terminaba una sesión de análisis con mi psicóloga donde hablamos mucho del tema de la adopción cuando me comentaba algo que yo ya sabía pero no está mal recordarlo siempre, que el vínculo de los padres adoptivos y el niño adoptado es el encuentro de dos duelos. Ambos lados pasaron por un duelo, el niño transitó una historia de abandono, de no tener la familia con la que comenzó su vida y los que lo van a adoptar pasaron por el duelo de no haber podido procrear un hijo. Ambos tienen un trabajo enorme por delante, sanando esas heridas.


Cuando ejercía el periodismo el momento de elegir el título de una nota surgía de una búsqueda. En el título había que informar y despertar interés, con algo de creatividad. Cuando mi psicóloga planteo lo de los duelos automáticamente se me vino el título de lo que escribo hoy, “Batirse a duelos”


Claro está que a lo primero que les habrá recordado el título es a aquéllos western de los 60 o 70 con un John Wayne o Clint Eastwood parado en medio del pueblo frente al villano de turno listo para desenfundar y ser el más rápido del oeste. Pero no, me refiero a lo que escribí al principio, una familia por completarse y un niño que quiere una, dos duelos, sanados o en proceso de lograrlo, juntos. Lo de batirse claro que no se refiere a eliminar al otro, va en el sentido del batido, de la mezcla, de tomar ingredientes y lograr algo en común. Como en el verano cuando tomamos 2 o 3 frutas y las mezclamos para un batido. Ojalá se entienda lo que quiero decir J


Hace días renovamos nuestra inscripción en el registro de adopción, algo que hay que hacer anualmente y donde se da la oportunidad de cambiar, por ejemplo, la edad de la persona a adoptar. Hicimos el cambio de 12 años como máxima edad del niño a adoptar para ampliarla al máximo de 17 años. Por suerte no tuvimos mayores dudas en hacer ése cambio porque abre mayores posibilidades de adopción porque hace tiempo tenemos claro que no hay tantos niños pequeños para adoptar y sí, más grandes.


Personalmente sé que no es lo mismo un bebé de meses que un niño que ya vivió años, que ya entendió lo que le pasó y que creció dentro de un sistema con fallas por doquier. Pero me gusta el desafío porque quiero saber de él o ella (o en plural), quiero que me cuente todo lo que le dolió y todo lo que le ilusiona. Y yo contarle también todo. Curarnos esos duelos y salir adelante.


Hace poco participamos de un encuentro sobre adopción y de alguna manera destacaron nuestra amplitud con el tema de las edades del niño a adoptar. Y noté lo difícil que es para muchas parejas resignarse al bebé, a adoptar a alguien que sea lo más cercano en edad a un hijo propio recién nacido. Sería incapaz de juzgarlos porque entiendo lo que piensan y hay toda una historia respecto de la adopción que sin quererlo ata la idea de adoptar a que sea un bebé. Pero hay niños que esperan años una familia que a medida que crecen en edad disminuye el interés en ellos. Niños que, sin dudas, desean una familia más que un bebé porque son más conscientes de su historia. La necesidad es la misma pero el peso de lo que transitan va creciendo.


En ésa charla escuché a una mujer diciendo que le costaría mucho irse a dormir una noche y al día siguiente llevar a su hijo al jardín de infantes. Cada vez que lo recuerdo me vuelvo a reír de lo que hablamos con mi mujer al salir de la reunión cuando imaginábamos, en nuestro caso, irnos a dormir un día y al otro día tener fiesta de egresados del colegio secundario J


Como decía, no juzgo a nadie en su búsqueda, cada caso es un mundo y cada uno sabe lo que quiere. Sólo quiero dejar escrito que me alegra mucho tener asimilado que quiero adoptar a alguien que nos llene, que nos acompañe y acompañarlo, que nos completemos.


No sé bien cómo pero elegimos mirar hacia adelante, sin lamentar tiempos o etapas perdidas de ésa vida que llegue a casa. Habrá tiempo para reconstruirla pero sobre todo para construir juntos nuestra historia.

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