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jueves, 1 de febrero de 2018

Después de ver Coco...

Ni una lágrima. Vi LA película del momento (gracias a maneras non sanctas ja) una semana antes de verla en el cine, en 3D. Es decir, la vi dos veces en 7 días pero la primera vez, la que supuestamente debería emocionar más porque cuenta a su favor con el factor sorpresa, no lloré. Apenas un poco de emoción pero cero lágrimas.


Así que antes de la segunda oportunidad estuve algunos días preguntándome cómo, si toooodo el mundo contaba que salió llorando a mares luego de verla, a mí no me había emocionado tanto.


Yo, que me emocioné con Wall-E y con Ratatouille, con Coco nada.


En la abuela Coco podía ver tranquilamente a mi abuela que murió hace un par de años, las mismas arrugas, las mismas canas. Incluso, las mismas equivocaciones a la hora de nombrar a su nieto! Somos 9 nietos pero sólo 3 varones y aun así se confundía seguido. Ni hablar si sumábamos a los bisnietos (yo por suerte le ahorré una confusión más, los “beneficios” del infértil)


También podía ver algunas cosas de mi abuela descendiente de italianos de 80 y tantos años. Todo eso tan fuerte de la familia. 


Cuando en la peli se habla y se muestra tan profundamente a aquellos que, por el paso de los años, luego de 2 o 3 generaciones, son olvidados, no pude menos que pensar en los padres de ésa abuela. Aquellos que bajaron del barco que los traía de Italia huyendo de la guerra. Hace poco tiempo, un domingo de larga sobremesa de invierno, reconstruimos todo lo que pudimos su historia. Su padre vivía en un pueblo que, según pudimos determinar con mucho esfuerzo, hoy ya no es parte de Italia sino que es de algún país vecino, quizás Croacia. La nona Antonia (así la llamamos todos) aún cocina como los dioses! Lo comprobé sólo con el aroma hace unos días que fui a su casa y la encontré cocinando. Fue como ser chico de nuevo, puro aroma a comida de la nona.


Al comienzo de Coco se ven varios momentos de convivencia entre ella y su bisnieto. Debe haber pocas relaciones tan puras entre esas dos generaciones, una con todo por vivir y otra que ya vivió todo. Verlas es todo.


Fui por segunda vez, casi como buscando revancha. Me metí tan adentro, tan concentrado, disfrutándola como si la viera por primera vez. Y resulta que al final, en ése momento cumbre, tuve que hacer enormes esfuerzos para disimular las lágrimas cayendo entre los anteojos del 3D. Y como era difícil hacerlo las dejé caer nomás. Eso sí, me apuré en quitarme ésos anteojos y colocarme los que uso habitualmente antes que se prendieran las luces jaja. Que resistencia esto de que los hombres no lloran!


Así que al final sucedió, Coco me hizo llorar. Pero también me hizo ver lo importante de ser lo que uno siente, hay un mensaje muy fuerte en ése sentido y muy bien contado. La cultura de México además es perfecta para la historia.


Así que, resumiendo, vean Coco si aún no lo hicieron. Yo la vi dos veces y ya sé que la voy a ver varias veces más. En realidad, son muchas pelis de animación las que tengo guardadas para ver otra vez algún día, con algún pequeño/a en la sala de proyección.