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lunes, 31 de julio de 2017

Los hombres silenciosos

Tengo varias miradas y conclusiones acerca del por qué los hombres están tan ausentes a la hora de hablar de la infertilidad.
Primero lo que ya comenté en otra entrada, que está claro que la mayor carga tanto física como mental de todo el proceso lo lleva la mujer. Pero el tema es que la mayoría de la otra mitad, la de los hombres, se mantiene casi invisible.
Yo con éste humilde blog me hago cargo y quiero soltar acá todo lo que me dejó como hombre pasar por la infertilidad, compartirlo para que otros se sientan un poco acompañados, decir lo más claro y sincero que pueda que sí, SOY INFERTIL y no me siento menos hombre por eso.
Y ahí está una vieja creencia que me parece que se mantiene firme en nuestra sociedad y deriva en el silencio de los hombres. Se avanzó mucho en cómo la gente toma algunos temas que décadas atrás no se hablaban en público y eran tabú pero donde entiendo que no se avanzó mucho es en la crueldad de los hombres para con sus semejantes infértiles y por eso, por miedo al tristemente famoso “¿qué dirán?” todos juegan de callados en el truco de no poder tener hijos. Esto se relaciona directamente con la idea de ser “menos hombre”. Y lo digo porque a mí me pasó, cuando me enteré que no iba a tener posibilidad de ser papá con mi esperma fue una de las cosas que se me pasó por la cabeza, tener ésa estúpida idea dando vueltas. A la distancia entendí todo lo contrario y hasta podría decir que me siento más “macho” que cualquier padre. Porque la peleé, mucho, con fuerzas que ni enterado que tenía, sostuve hasta donde pude hacerlo, a mi mujer y a mí.
En estos días de comenzar a escribir volví a recorrer blogs, webs y sitios de Facebook para reconfirmar que no hay hombres participando, no hacen comentarios, no existen los hombres escribiendo sobre ser infértil desde nuestra mirada. Y no lo termino de entender. ¿O soy yo el único que terminé en una psicóloga y en psiquiatra entre tantos otros doctores porque fui el único en la faz de la tierra que no se bancó el dolor y la frustración? Vamos muchachos! O me enseñan acá abajo en los comentarios cómo hicieron o se sacan el traje de superhéroes cero sufrimiento y empiezan a aparecer y mostrar cómo la pasamos los hombres que no.
Quiero creer que no somos robots sin sentimientos. Que no sólo somos en la pareja los encargados de aportar el dinero para los tratamientos, algún abrazo contenedor cuando hace falta y listo.
Reconozco sin embargo que es muy difícil hablar del tema, con los cercanos y los lejanos. No voy a pretender que de golpe se forme la Unión de Hombres Infértiles y andemos por la vida gritando nuestra condición. O hacer un partido político que en lugar de Podemos como el de España se llame No Podemos. Pero lo que sí estaría bueno es que no sea cosa de mujeres hablar de diagnósticos, tratamientos, inyecciones, médicos, centros de fertilización y un largo etcétera. Por ejemplo, lo mío es Oligoastenoteratozoospermia, es decir, pocos en cantidad, malos de forma y poca movilidad. Sumale una fragmentación del ADN del 21% y cantamos Bingo. Una combinación desastrosa. ¡Pero que divertido decir la palabrita de corrido! A ver quién se anima.
Pido a los que somos hombres infértiles que seamos más visibles también porque a veces me da la sensación que somos pocos, como si en la pareja la infertilidad fuera siempre “culpa” de la mujer y los hombres fueran todos machos infalibles y perfectos. Estoy segurísimo que a ellas les encantaría vernos opinar y comentar en redes sociales y charlar más despojadamente del tema.
Releo mientras escribo y la mía parece una mirada feminista pero lo cierto es que no, que lo que no me gusta es la oculta imperfección del hombre y que no lo podamos hablar como lo hacen ellas. Hago mi autocrítica diciendo que yo tampoco anduve por ahí contando mi infertilidad y que siempre me costó mucho hacerlo, sólo a pedido. Pero bueno, un día se empieza y acá estamos sacando todo para afuera.

miércoles, 26 de julio de 2017

El círculo cerrado

Con mayor o menor recorrido, todos los que hemos estado en ésta lucha terminamos metidos en algo similar a un círculo cerrado donde aprendemos a la fuerza sobre medicina, fertilidad, leyes, procedimientos, economía, obras sociales, etc. Y me refiero a lo del círculo no porque nosotros los infértiles nos encerremos dentro, sino porque los demás nunca pero nunca van a poder entender en su totalidad lo que significa transitar ésa lucha. Se lo podremos explicar con lujo de detalles pero no entenderán lo que se sufre, lo que cuesta, los momentos altos y bajos. Podrán ponerse en el lugar de uno o intentarlo pero si no se siente en carne propia, imposible. Hay que vivirlo porque de otra forma es imposible.
Más de una vez pensé que, de haberlo logrado, hubiera sido un padre más padre por haber sufrido y batallado para conseguirlo. Y nada más lejos de la verdad porque lo importante, al fin y al cabo, no es el camino recorrido para ser padre sino lo hecho luego, con el bebé en brazos, ahí sí llega el momento de ser padre. Así como ésta tuve muchas más ideas que pasado el tiempo y con los fracasos a cuestas terminaron cambiando totalmente mi forma de ver las cosas y lo que sentía al respecto. Pero eso es tema para otro posteo.
¡Somos un círculo, estimados compañeros infértiles! No hay manera que estemos contentos de formar parte de ella pero… es lo que hay, lo que nos tocó. Y como el deseo es más fuerte allá vamos, para adelante, a pelearle.  Entonces vemos miles de videos en internet, leemos cuanto artículo ande dando vueltas por ahí, nos suscribimos a webs sobre infertilidad, megusteamos sitios de Facebook y seguimos cuentas en Twitter porque hay que saber del tema. Y cuando nos queremos acordar tenemos información como para ir a disertar a un encuentro de especialistas a cualquier lugar del mundo (dependiendo del idioma claro jaja)
Y así es como afirmo que terminamos en ése círculo cerrado. ¡Pero esto no es nada! Porque el círculo puede tener dentro otros círculos cuyo tamaño varía según lo HDP (hace falta que traduzca HDP?) que sea nuestra infertilidad. Entonces en la primera línea están los que sólo tiene problemas ella o sólo él y con un tratamiento de baja complejidad solucionan todo, con el bebé a casa al primer intento. Estos son mayoría, creo. A medida que nos vamos imaginariamente hacia el centro del círculo aparecen por orden de complicación los que ambos tienen problemas pero se soluciona con un tratamiento, luego los que lo logran después de varios de ellos, después los que tendrán que recurrir a donación de óvulos, luego los de donación de óvulos y semen (¡ahí estamos nosotros!) y así, hasta llegar a la adopción. Esto es un ejercicio de imaginación, capaz hay más de unos que de otros pero tras muchos años de verlo de cerca puede que esté en lo cierto.
Los que logran salir del círculo se olvidan un poco de donde pertenecieron hasta ayer nomás. No porque quieran sino porque es lo más lógico. Una vez con el bebé en brazos no creo que abandonen todos esos sitios que los cobijaron para sentirse acompañados durante el proceso pero lo cierto es que habrá nuevos grupos de Facebook, nuevas cuentas de Twitter, nuevos videos, libros y artículos para leer y hasta nuevos especialistas médicos. Todo nuevo, otro círculo.  Así somos los seres humanos estimados, vamos a tratar de juntarnos con la gente con la que compartimos algo, por más malo o bueno que sea.
Si algo puedo dar como consejo es que, al margen de formar parte de éste círculo infértil, hay que tratar de salir de él y compartir lo que nos pasa. Recuerdo la primera vez que me perdí un evento familiar, cuando el primer tratamiento no resultó. No teníamos fuerzas para salir de casa y mirar a la cara a los cercanos. Después aprendimos a enfrentarlo mejor, aunque cada revés duela más profundo. Lo mismo me fue pasando con los amigos, casi todos con hijos, dejé de participar de reuniones. Sentía que no formaba parte, me faltaba algo para pertenecer. Complicado de explicar el sentimiento al respecto, quizás en otra entrada lo pueda comentar.

martes, 25 de julio de 2017

Espermograma

Son muchas las películas y series de televisión que han planteado, sobre todo en forma de humor, el tema de los análisis que tenemos que hacernos los hombres al tratar de averiguar los motivos de la infertilidad. A diferencia de ellas, de nuestro lado lo que hay que hacer es casi siempre un mismo análisis, el famoso espermograma, que no es otra cosa que entregar una muestra de semen contenido en un frasco de ésos plásticos que venden en la farmacia. Si estás leyendo éste blog infértil ya sabrás cómo se obtiene ésa muestra y, creo, ahí reside la “gracia” que mostraron en series y películas. El tema es que lo gracioso desaparece en el mismísimo momento que nos enfrentamos al frasquito vacío. Mi experiencia siempre transcurrió en un mismo lugar por lo que la vergüenza fue la primera vez, quizás la segunda también, después ya me manejaba como parte del lugar habiendo pasado por casi 10 (si, diez) análisis iguales. Aclaro que vivo a una hora de viaje del laboratorio por lo que era complicado llegar a tiempo si hubiera querido tomar la muestra en la familiaridad de casa y llevarla lista. De hecho, lo intenté la primera vez y no sirvió. Hay cosas que siempre eran iguales como por ejemplo la preocupación si la “gestión” demoraba mucho y en lo único que lograba concentrarme era en qué estaría pensando la mujer que esperaba mi muestra en el laboratorio. Me tocó en distintas épocas del año por lo que en invierno costaba un poco más “entrar en calor” y en verano me tocó salir de ése baño que todavía recuerdo con un par de gotas de sudor en la frente. Una creencia que pocas veces se aclara es que para poder analizar los espermatozoides no hace falta llenar el frasquito. Es que su volumen termina siendo muy grande para lo que es una muestra normal, entonces uno termina mirando preocupado al ver una cantidad escasa, olvidándonos incluso que lo que importa más es calidad y no cantidad. No me cansaré de decir algo obvio: el mayor esfuerzo en esto de luchar contra la infertilidad es de la mujer, emocional y físicamente. Entonces uno puede tener algo de vergüenza, hacer chistes, pasarla mal en algún momento del análisis o con los resultados en mano pero jamás nos podremos comparar con ellas.

jueves, 20 de julio de 2017

Presentación

Llegué a esta necesidad de escribir sobre mi infertilidad, la de un hombre, luego de una lucha de más de 6 años con Ella. Como todos, nos largamos a lograr un embarazo de la manera simple, natural, rápida, a los bifes. ¡Si todo el mundo puede así! La infertilidad es algo muy lejano, que no se nombra.
Pasaron, si mal no recuerdo, 11 meses. Y nada. En el transcurso fuimos tratando de ajustar las fechas, de tomar recaudos los dos y ácido fólico ella. Así lo hacen todos no? Hasta que un día Ella tan atenta y claramente más despierta, vino con la propuesta que me trajo hasta acá. Había que ir a un centro de fertilidad porque algo pasaba.
Pasamos por casi todos los tipos de tratamientos, sensaciones, emociones, dolores, pequeñas esperanzas y fracasos, grandes esperanzas y fracasos. Baja respuesta ovárica y espermatozoides que no sirven para nada. Cuando comenzamos no había ley de fertilidad y en 2017, cuando intentamos encarar un cuarto tratamiento de alta complejidad con donación de óvulos y esperma, la Obra Social nos dijo basta por una curiosa interpretación de la ley. Y quizás fue el empujoncito que faltaba para terminar con la búsqueda de un hijo. Al menos por ése medio.
Llegué acá porque mucho de lo que sufrí no lo saqué afuera y me hizo mal. Cada uno procesa el dolor como puede pero pocas veces como debe. Así que un día de abril de 2016, a mitad de camino entre un aborto que pasó y otro que iba a venir, me mareé, sentí que me moría, temblaba, el corazón galopaba a mil. Luego de meses y de recorrer distintas especialidades médicas llegamos a una conclusión, trastorno de ansiedad. Psicóloga mediante pude entender que no puedo guardar más lo que me pasó. Y cada tanto me asaltaba la idea de escribir sobre lo mío pero sobre todo de lo que puede ver un hombre sobre éste camino de la infertilidad. Recorrí muchos blogs, sitios de Facebook, cuentas de Twitter, etc y siempre son las mujeres las que escriben. ¿Y nosotros muchachos? ¿Qué nos pasa? En serio nos vamos a creer que en pleno 2017 seguimos siendo los súper hombres aunque no podamos tener hijos a la primera de cambio, que no podemos hablar de “eso” por el miedo al qué dirán, por el miedo a la gastada de nuestros pares. ¿Somos menos hombres por no poder? Yo tuve que sufrir varios traspiés para preguntarme éstas cosas. Se sabe que la mujer lleva el mayor peso de toda la cuestión pero cada pareja es una sola, una unidad, pero no puede ser que todo pase por el lado de ellas.
No esperen de éste blog una mirada científica, ni certezas absolutas. Se trata de compartir la experiencia y ayudarnos a pasar las distintas etapas, las buenas y las malas. Con alguna lágrima sobre el teclado porque es necesario y también sonrisas porque si algo tengo claro es que voy a buscarle el humor a cada cosa que escriba.
Bienvenidos, ojalá me acompañen y les deseo lo mejor.