Páginas

martes, 24 de octubre de 2017

Un hijo del alma, no del corazón

Ya sabrán, como bien explica la descripción de mi blog, que voy a ser padre gracias a la adopción. Y no es que sea 100 % seguro, pero confío tanto en que algún día me va a tocar a mí que lo doy por hecho.
En estos últimos meses, ya presentados tooooodos los papeles al organismo que lleva adelante las adopciones, nos hemos dedicado a  informarnos, sumarnos a grupos sobre el tema en redes sociales, tener libros a mano, leer blogs de adoptantes y adoptados, muy interesantes éstos últimos por cierto. Y vimos una película también, “Ellos te eligen” se llama. En ése filme, sólo en el título, se resume algo muy importante que no se me había cruzado antes por la cabeza y que trataré de explicar.
Siempre cuando me puse a pensar en el tema tenía una mirada casi unidireccional, en el sentido de pensar la adopción como un tema de nosotros dos, la pareja, hacía el deseado futuro hijo. Es decir, nosotros te elegimos porque queremos tener un hijo y listo. Obviamente que habrá mil cosas a tener en cuenta en ésa relación pero no se me había ocurrido invertir ésa mirada, una que se refiera a que, en realidad, el que más necesita algo, en éste caso una familia, es el niño, el futuro hijo. Y entonces vino ésa película a abrir la mirada, a decir que, al final, el que elige es el niño.
Estoy descubriendo un mundo nuevo. Así como la infertilidad nos hace descubrir sin querer un mundo que la mayoría no tiene ni idea que existe o cómo es como lo escribí en algún post, la adopción es otra vez salir de explorador a conocer otro mundo. Hay tantas cosas a tener en cuenta, a aprender.
Creo que no lo conté antes pero nos hemos anotado para niños grandes. Me atrae mucho el desafío que representa que ésa persona tenga una historia y acompañarlo a vivirla y a escribir nuevos capítulos dentro de una familia.

Hace unos días atrás vi un tuit que decía:
¿Cuántos hijos tiene? “2 y 3 del corazón”
¿Por qué no decís que tenés 5 y te dejas de joder?

Desde tiempos inmemoriales de mi vida y no tanto me hizo ruido ésa diferenciación que se hace muy habitualmente cuando se trata de darle origen al hijo adoptado: “hijo del corazón”. Como soy de buscarle el chiste a todo siempre pensaba lo mismo, o yo me perdí varias clases de anatomía y/o biología o los bebés no nacen del corazón.
Ojo, se ha dicho que los trae la cigüeña, que nacen de un repollo, que vienen de Paris (que suerte!) pero del corazón, DEL CORAZÓN??? Será que los adelantos de la ciencia son tales que aprovechando que están probando crear órganos a partir de una célula también puedan hacer nacer un bebé del corazón (?) Si así fuera quizás yo sí podría haber sido papá como todo el mundo porque no tendrían importancia mis problemas de esperma.
El asunto es ése y me lo sigo preguntando, por qué llamarlos “del corazón”? Son HIJOS que son parte de una familia. Si fuera por diferenciar entonces, se podría diferenciar por peso por ejemplo: “tengo dos hijos flacos, y tres bastante gorditos” o por colores: “tengo dos rubios y otros dos más bien morochos”.
Hasta llego a creer que ésa distinción no ayuda a que el adoptado se sienta parte de su familia. También pareciera que hay que felicitar al portador de la frase por su “ayuda” a ése niño.
Así que ya saben algo, mi o mis hijos no serán del corazón, serán hijos. Con una historia, con ganas de formar parte de mi familia, hoy de dos. Y no saben el miedo que me genera todo lo que implica adoptar y todo lo que hay que atravesar en el camino. Sé que alguien, algún día, nos va a elegir. Habrá que estar preparado.
Es más, si hubiera que elegir un calificativo para agregar a la palabra hijo yo le diría, no sé, “hijo del alma”.

miércoles, 4 de octubre de 2017

Las cosas que dejaron de importar

Para comenzar ésta nueva entrada debo contar que mi familia se compone de padre, madre, dos hermanas y yo. Llevamos un apellido que no es muy común y que, al menos hasta donde sabemos y salvo que mi tatarabuelo o bisabuelo haya hecho cosas que no nos enteramos, se termina conmigo. Es decir, soy el último con éste apellido que podía continuar con él teniendo un hijo.
Así que ésta vez quiero escribir sobre las cosas que dejan de tener importancia cuando la infertilidad toca a la puerta y pasan a ser tan relativas e insignificantes.
Quizás la primera de ésas cosas que me di cuenta fue que el apellido, en cuanto a lo estrictamente genético, conmigo se acababa. En su momento lo tomaba como algún tipo de presión autoimpuesta, “la continuidad del apellido”!!! Nunca lo hablé seriamente con nadie y nunca nadie me dijo nada sobre ello pero ahí estaba. Cuando los estudios indicaron que no iba a ser padre con mis espermatozoides lo sentí. No fue de un golpe, ya lo venía asimilando, pero estuve un tiempo con eso dando vueltas. Pero los sucesos posteriores y el tiempo que fue pasando hizo que al mirar atrás me diera cuenta cuan insignificante era pensar en el temita del apellido y los genes.
El nombre del bebé, otro tema. Si era varón ni idea el nombre, nunca llegamos a un consenso y tampoco hubo muchos en la votación. Ah, pero si era mujer el nombre estaba puesto y confirmado, se llamaría Emma. Y eso también dejó de tener tanta importancia. Peor aún, según los registros del país, fue uno de los 5 nombres de mujer más elegidos para los recién nacidos el último año. En tren de ver el vaso medio lleno, evitamos que ésa hija tuviera 3 o 4 amigas con su mismo nombre jaja.
Y tanto deja de tener importancia que cuando podamos adoptar el nombre ya vendrá impuesto de antemano y no deja de ser divertido imaginarse qué nombre tendrá y si sonará bien con mi apellido, si tendrá esa musicalidad que a veces resulta y a veces, bueno, oh my god!! jajaja. Otra cosa que no tiene ninguna importancia porque, al fin, lo que quiero es ser papá y que ése niño tenga un papá, y una mamá, y una familia.
Ya hablé en el blog del tema de las edades, de cómo toda la vida se nos va corriendo y nosotros empezamos a correr contra el tiempo. Si hay una imagen de mí mismo siendo papa es en el parque, pelota al pie, una tarde de domingo y un hijo futbolero como yo dando sus primeras patadas. Y con esto del tiempo creo que todos empezamos en algún momento a sacar cuentas de cómo tendremos el cuerpo cuando querramos hacer ésas cosas lindas que soñamos despiertos. Cómo estará mi rodilla derecha para el futbol? O mi codo derecho si a lo mejor le daba por el padel? Y la verdad es que también dejan de ser importantes ésas cuestiones, podemos mantener ésos momentos soñados latiendo por ahí en un rinconcito del corazón pero EL sueño, EL objetivo, es uno. Después veremos cómo va la vida. Les digo más, creo que nosotros los infértiles no podemos programar mucho más allá de nuestras narices, de lo que ven nuestros ojos, porque los miedos son muchos, siempre alerta, cuesta confiarnos. Entonces eso nos permite sorprendernos más con cada cosa que nos irá pasando y sacarle el máximo provecho. Vivirlo al 100%.
Una buena noticia sobre adoptar es que muy posiblemente no va a ser un bebé por lo que si hay que ir a buscar la pelota lejos podrá ir él. Es que a mí ya no me va a dar el físico para andar corriendo y porque, lo importante, voy a preferir quedarme mirándolo a lo lejos, sin poder creerlo.